Nadie dijo que fuera fácil
Cuando incorporamos una visión de gobierno abierto en la acción pública pretendemos, por una parte, aumentar la efectividad de la acción de gobierno -esto es, tomar mejores decisiones y aplicarlas mejor- y, por otra, generar un contexto social más colaborativo -una ciudadanía corresponsable de los bienes comunes.
Las intenciones son buenas. Sin embargo, las experiencias más conocidas de aplicación de democracia directa a la construcción de nuevos espacios públicos arrojan resultados ambiguos, especialmente cuando la participación ciudadana se ha focalizado en la toma de decisión mediante algún sistema de voto, en lo que se está llamando “consultas populares”
El absoluto desastre del proceso participativo para la reforma de la Avenida Diagonal en Barcelona, en los años 2009-2010 ha dejado cicatrices y puede ser considerado como el trauma fundacional de la participación ciudadana en España. En Euskadi, ese papel lo puede ocupar “el asunto de las basuras” en Gipuzkoa gestionado por el Gobierno de la Diputación Foral. Recientemente, el Ayuntamiento de Madrid, aunque con mejor fortuna, también ha recibido críticas de investigadoras tan impecables como Yanina Welp.
No hay espacio en este artículo para analizar las deficiencias de estos procesos participativos, así que me centraré en dos ideas:
- El plebiscito precisa que un porcentaje significativo de la población se informe, debata y vote, lo cual casi nunca se alcanza. La conclusión directa es la desigualdad de poder entre segmentos de ciudadanía.
- La formulación de la participación como voto entre opciones rivales se asimila a una competición en la que unos ganan y otros pierden y tiende a polarizar a la opinión pública de manera conflictiva.
Por otra parte, no existe un interés generalizado por participar en los procesos que propone la administración pública. En general, nos activamos para contribuir a asuntos que nos quedan cercanos y donde tenemos un interés de algún tipo.
Cómo abordar un proceso de gobierno abierto
Vamos a tratar, pues, de escapar de la visión simplista de que esto consiste en presentar opciones y votar por ellas. En su lugar, vamos a aplicar el ciclo estándar de construcción de políticas públicas, con la mirada del gobierno abierto.
Este ciclo consta de 4 fases:
- Agenda: El primer paso consiste en entender y priorizar las necesidades de los distintos colectivos a los que afecta el asunto. Para conseguirlo no basta con una consulta individual, sino que se precisa una buena deliberación pública en la que problemas y deseos se pongan en contexto.
- Co-diseño: Entendidas las necesidades, el siguiente paso consiste en dinamizar talleres de innovación abierta que sirvan para idear soluciones y consensuar las mejores de entre ellas.
- Ejecución: Idealmente, en la ejecución se deben prever elementos experimentales, que puedan modificarse si la experiencia del usuario no es la deseada. En la propia ejecución, es interesante dejar un espacio para que la ciudadanía contribuya. Si has ayudado a pintar tu plaza, la harás un poco más tuya.
- Evaluación: Se debe practicar una rendición de cuentas abierta que sirva para devolver el resultado a quienes participaron y para aprender de cara al siguiente proyecto.
¿Dónde queda aquí el voto? A ser posible, en ninguna parte. Si el proceso consigue ir avanzando hacia un consenso, no precisará de un plebiscito. La incorporación de elementos experimentales y de grados de libertad puede ayudar, además, a aceptar soluciones que puedan probarse y, si no gustaran, sustituirse, de manera que disminuya la polarización de posturas.
Y, sin embargo, se puede
Hemos comenzado el artículo subrayando la dificultad de la práctica de la apertura, de manera general y, también, en el caso concreto de la construcción de nuevos espacios públicos. Ahora toca dar la vuelta a la medalla y proclamar que, sin embargo, se puede.
Para lograr el éxito, propongo cumplir cuatro requisitos:
- Transparencia y comunicación: La transparencia es un prerrequisito, ya que una ciudadanía que no cuente con la información completa no podrá decidir con suficiente juicio. Y la comunicación es igualmente vital para que esa información se conozca, se entienda y se comparta.
- Buen diseño y suficientes recursos: En el punto anterior hemos propuesto un proceso en cuatro fases. Cada una de ellas ha de ser llevarse a cabo de manera consciente, de la mano de profesionales que conozcan las metodologías aplicadas.
- Un contexto rico: Aquí es donde la construcción de espacios públicos presenta una mayor oportunidad. No es sencillo despertar el interés de la ciudadanía en materias como una nueva legislación o incluso en decisiones presupuestarias. En cambio, el interés por los espacios públicos cercanos es relativamente sencillo de despertar, como podemos comprobar en el caso de las supermanzanas del Ayuntamiento de Barcelona.
- Buscar diversidad y no cantidad: Es muy costoso y casi siempre utópico llamar a la participación de toda la población. Un proceso participativo idóneo es aquel en el que están representados todos los saberes y todos los sentires; la mirada experta en diferentes materias y la de los distintos colectivos afectados. Ese grupo puede no ser especialmente numeroso, pero siempre deberá ser suficientemente diverso.
Para terminar, vamos a reforzar esta idea con un ejemplo muy cercano donde se obtuvo un buen resultado. El Ayuntamiento de Portugalete, en la construcción de un espacio público destinado a zona de juegos infantil, ha experimentado con la participación de niños y niñas, mediante un ciclo muy similar a las cuatro fases que he señalado en este artículo, bajo la dinamización experta de María Arana, de Arkitente El proyecto se ha llamado Jolas Plaza y ya ha tenido continuidad en otro proyecto para la cubrición de zonas de juegos. Recomiendo la visión de este vídeo donde la propia María explica cómo se hizo.
No sólo se obtuvo un buen diseño y una superior adaptación a las necesidades del barrio sino algo mucho más importante: aquellas niñas y niños han aprendido una importante lección de ciudadanía. Son nuestra esperanza, ya que no habrá un buen gobierno sin buenos ciudadanos.