Fase 1. Análisis y diagnóstico

Pero, ¿Para que vale un parque?

Economista y consultor independiente en el ámbito de la Gestión de Ciudades y Territorios, especialista en Políticas Deportivas y de fomento de la Actividad Física.
En su trabajo como consultor ha dirigido y apoyado el diseño y puesta en marcha de diferentes proyectos relacionados con el deporte y la gestión de las ciudades, las ciudades
sostenibles y saludables, así como Planes de Desarrollo Local apoyados en el deporte. Ha escrito numerosos artículos e impartido comunicaciones sobre la relación entre el desarrollo sostenible de ciudades y territorios, la salud, la actividad física y el deporte.

El surgimiento de los parques urbanos

Hace más de 200 años que nos dimos cuenta de la importancia de incorporar la naturaleza dentro de las ciudades. La Real Instrucción de 26 de abril de 1784 enumeraba algunas competencias de los corregidores y alcaldes mayores con clara orientación urbanística y salubrista, entre ellas la creación de paseos públicos arbolados que sirvieran para “recreo y esparcimiento de las gentes”.

Fue a comienzos del s.XIX cuando los médicos comenzaron a denunciar las pésimas condiciones de vida de la población, su hacinamiento y la pobreza generalizada, como causas fundamentales de las enfermedades. Con las investigaciones de Louis Pasteur y más tarde las de Robert Koch, se descubre la relación entre los microorganismos y la transmisión de enfermedades como el cólera y la tuberculosis. El entorno generaba la enfermedad.

La Revolución Industrial supuso un importante éxodo de población rural a los núcleos urbanos en los que se concentraba la industria. Las ciudades experimentaron un importante crecimiento de población que se vio obligada a vivir en condiciones insalubres.

El descontento de la ciudadanía y el miedo a levantamientos y desordenes sociales, consecuencia de un diseño urbano poco saludable, impulsaron el nacimiento de una corriente denominada Higienismo. Los gobernantes entendieron la relación entre el diseño de la ciudad y la salud de sus habitantes, y ante el temor de las consecuencias del creciente descontento social comenzaron a tomar medidas de diseño urbano orientadas a paliar los problemas de salud de la población.

Se desarrollaron infraestructuras derivadas de esta preocupación higienista como el inventario de galerías y fosas de París (1805), la Public Health Act de Londres de Chadwick (1848) y la creación de la red parisina con sistema unitario por Belgrand (ingeniero de Haussman). Otras como la introducción de vegetación en la ciudad, los parques suburbanos de Londres y Central Park de Nueva York, también siguieron esta orientación.

Podemos observar una importante corriente higienista en la mayor parte de las principales ciudades de Europa y América del Norte. Estas ciudades comenzaron a incorporar la naturaleza dentro del espacio urbano. Las ciudades comprendieron la necesidad de dotar de espacios de recreo naturales, oasis dentro de los entornos industrializados. Reconocieron los valores sociales, estéticos, pedagógicos y terapéuticos de estos entornos naturales accesibles a la población de la ciudad.

Frederick Law Olmsted, arquitecto paisajista, periodista, botánico estadounidense y encargado de diseñar el Central Park de Nueva York y algunos de los parques más importantes de la época exponía los siguientes argumentos:

” El valor de esta propiedad de la ciudad depende del grado en que será adaptada para atraer ciudadanos que obtengan las plenas necesidades de ejercicio y una ocupación mental alegre al aire libre, con el resultado de una mejor salud y buena forma en todo lo que respecta a las pruebas y los deberes de la vida; con el resultado también, necesariamente, de mayores ingresos y contribuyentes capacitados, de manera que al final la inversión será aprovechable por la ciudad.” (1)

El argumento económico no es actual y ya en su época Olmsted se encontraba en la necesidad de emplearlo para justificar sus proyectos. Así consideraba que el parque debía servir para restablecer la salud del obrero, desgastada por el trabajo industrial y por las deficiencias de la vivienda. Bajo este argumento económico Olmsted justificaba la inversión en parques por su retorno gracias a la recuperación de la mano de obra obrera.

Impacto de los parques en las ciudades

Más de 200 años después de que comenzara a regularse la necesidad de incorporar parques seguimos realizando investigaciones tratando de justificar su existencia. Son numerosos los estudios sobre los diferentes impactos positivos que los parques tienen en la ciudadanía.

Los parques tienen un importante impacto en la salud de la ciudadanía en muy diversos aspectos; pero también son reseñables otros efectos.

Los parques promueven la actividad física. Distintas investigaciones han demostrado que el hecho de contar con parques y entornos naturales cerca de las zonas residenciales aumenta los niveles de actividad física de la población (2).

Contar con parques cercanos se ha demostrado que es un factor importante para una mejor salud mental de la ciudadanía. Los parques tienen un claro efecto en la reducción del estrés urbano y la depresión (3).

En el otro extremo emocional, otros trabajos han vinculado la proximidad a parques urbanos con un mayor bienestar y felicidad. Investigadores británicos encuestaron a unos 10.000 británicos sobre la satisfacción con sus vidas, así como si tenían signos generales de angustia mental. En la revista Psychological Science, los investigadores afirmaban que tener más espacio verde cerca condujo a un claro aumento en la satisfacción con la vida. (4)

En un tono más dramático, los parques reducen la mortalidad, especialmente la asociada a enfermedades respiratorias no malignas (5). Un metanálisis revisó una serie de estudios previos y encontró “pruebas sólidas” que relacionan la cantidad de espacio verde residencial con la mortalidad por todas las causas y la “evidencia moderada” que la vincula con la salud general percibida (6).

Es especialmente remarcable el impacto que los parques tienen en la salud y el desarrollo de niñas y niños. Anne Schutte y Julia Torquati de la Universidad de Nebraska y Heidi Beattie de la Universidad de Troy encontraron evidencia de que los árboles pueden restaurar la atención en cerebros jóvenes, sanos y en desarrollo. En una tarea, los niños vieron un objetivo emerger en una pantalla de ordenador tras lo que surgía una distracción (un punto amarillo), después tuvieron que mover el cursor al punto donde el blanco había sido un prueba de atención, se probaba la memoria y la conciencia espacial. Los tiempos de reacción de los niños que habían paseado por la naturaleza del parque eran significativamente más rápidos que aquellos que habían hecho el paseo por un entorno urbano. La precisión espacial del cursor también fue significativamente mayor en los preescolares que habían hecho el paseo por la naturaleza (7).

El efecto de los parques urbanos en la disminución de la contaminación atmosférica está ampliamente demostrado. Las hojas de los árboles son capaces de absorber los gases y el resto de la planta retiene las partículas.

También los parques públicos son un elemento que puede favorecer la equidad en una ciudad. Un parque público, accesible, seguro y de calidad, con posibilidades de actividad para todas las personas, independientemente de su condición social, económica, social, racial o de género, es una entorno equitativo y que favorece la cohesión social. Una buena política de distribución, diseño y gestión de parques puede generar dinámicas sociales positivas. Toda la ciudadanía debe tener derecho a acceder a los parques, disfrutar de ellos, de su escenario natural y sus recursos recreativos. Ese acceso equitativo a los recursos comunes facilitará el encuentro entre personas de diferentes orígenes culturales, de distintos reconocimientos sociales y niveles económicos. La creación de parques en entornos urbanos degradados se ha mostrado como una herramienta interesante para generar nuevas centralidades, puntos de atracción que mejoran el equilibrio urbano en las ciudades. Las personas que viven cerca de parques populares reconocen una mayor conexión con la comunidad y una mayor satisfacción con el gobierno municipal. Una encuesta realizada en Nueva York mostraba que estas personas eran un 14% más propensas a valorar positivamente la labor de la policía y tenían un 13% más de probabilidades a estar satisfechas con la labor de la alcaldesa o el alcalde. Son conclusiones muy ‘jugosas’ para cualquier equipo de gobierno municipal (8).

Además, los parques tienen la posibilidad de ser un punto de encuentro para las personas, quienes conforman un capital social fortaleciendo el sentido de comunidad y las dinámicas de los barrios del entorno.

Por supuesto que los parques también generan un beneficio económico para las ciudades. Tal como afirmaba Frederick Law Olmsted los parques pueden ser una buena inversión desde el punto de vista económico.

El impacto económico de las mejoras en la salud, la reducción de mortalidad o la mejora en la productividad consecuencia de los efectos anteriormente descritos, son demostrables y son susceptibles de valorarse económicamente. Hay diferentes métodos para valorarlos, bien sea la reducción del coste sanitario, el del valor de estadístico de la vida, la reducción del absentismo o el de la mejora de la productividad.

Las investigaciones que emplean el método hedónico o de precios hedónicos para valorar el impacto económico de los parques muestran que las casas y pisos cercanas a un parque tienen un valor mayor que las casas de las mismas características pero algo más alejadas. Crear un parque aumenta el valor económico de las casas cercanas. Esto que puede parecer un efecto positivo, también debe ser tomado con cautela ya que si las autoridades municipales no toman medidas, la creación de un parque puede generar un fenómeno de gentrificación o expulsión de las personas con rentas más bajas en favor de grupos económicamente más favorecidos. El caso del High Line de Nueva York es digno de investigación profunda.

Otro de los impactos económicos de los parques en las ciudades es su efecto en el turismo. Históricamente muchas ciudades han apostado por la creación de parques emblemáticos por el prestigio que éstos les daban. Si bien la mayoría de estudios se centran en la capacidad de atracción de los parques para el turismo a las ciudades, es importante tener en cuenta que este atractivo se da normalmente en grandes ciudades. La gente no va a ver Central Park, va a Nueva York por todos sus atractivos y uno de ellos es Central Park. El parque no suele ser el atractivo principal, sino que es un foco turístico más dentro de un abanico más amplio de posibilidades. De todos modos, es importante tener en cuenta el efecto de atractivo turístico que genera el contar con una buena red de parques o uno o varios parques representativos en la ciudad. Este o estos parques pueden ser elementos representativos de la calidad del entorno urbano y mejorar el atractivo turístico de la ciudad. Los parques tal vez no sean el atractivo turístico principal, pero mejoran la experiencia de las personas que visitan la ciudad.

Otro de los aspectos a considerar es la mejora del entorno urbano y su atractivo para empresas creativas y de conocimiento. Desde las afirmaciones de autores reconocidos como Richard Florida y su teoría de la “clase creativa (9)” podemos entender que un ambiente urbano  agradable, con una buena dotación de espacios públicos es un atractivo para personas creativas capaces de generar negocios adaptados a la nueva sociedad del conocimiento. Sin embargo, más allá del liberal optimismo de Richard Florida es importante entender la idea de fondo que traslada: el entorno de un parque puede ser un ambiente adecuado para el surgimiento de iniciativas creativas e innovadoras.

El impacto económico que pueden tener los parques se ha demostrado en numerosas investigaciones. Sin embargo es importante reclamar el enfoque de Olmsted para quien el objetivo del parque no era sólo ocio, sino una inversión social en nuestra relación con la naturaleza y, especialmente, entre las personas. Contar con buenos parques es una buena medida del desarrollo democrático de una ciudad/sociedad.

 

Diseño: La importancia de entender a las personas.

Pero no todos los parques tienen los mismos efectos positivos. Hay parques que funcionan y parques que no. Algunos parques muestran vitalidad y dinamismo, otros no muestran nada ya que son auténticos vacíos urbanos. Hay parques que son una muestra del ‘maquetismo ilustrado’ que ha predominado durante mucho tiempo, parques diseñados a vista de pájaro y concebidos como maquetas. Otros parques, en cambio, parecen realizados por las propias personas que los disfrutan a diario. Esta es la clave, entender a las personas que utilizarán el parque, sus necesidades, inquietudes, anhelos y propuestas. De ahí que la participación de la ciudadanía en el diseño del parque sea un enfoque interesante para acertar con el diseño del mismo.

El diseño del parque, y el de la ciudad en general, debe tener en cuenta la evolución demográfica de nuestras sociedades. La planificación para una comunidad inclusiva y diversa debe ser una prioridad para que todas las personas tengan acceso a parques que aumentarán su calidad de vida general. Por lo tanto, el diseño de nuestras ciudades debe evolucionar para aprovechar las tendencias demográficas y satisfacer las necesidades de la población cambiante.

Sin embargo debemos poner ciertos límites a las propuestas participativas. En mi experiencia profesional en procesos participativos relacionados con el diseño de parques, he observado cierta tendencia a pedirle demasiadas cosas al diseño del futuro parque. En los procesos participativos se tiende a generar una lista de deseos y propuestas que pueden saturar el parque de elementos, haciendo que el parque pierda su sentido original. Los equipamientos, los asfaltados, las canchas, el mobiliario urbano pueden dotar de calidad y favorecer la dinamización del parque; sin embargo, también restan espacio abierto del mismo. Cuando en un proceso participativo se piensa en clave de “qué quieres que haya” en lugar de “qué quieres que pase” en el parque, tendemos a realizar propuestas materiales de elementos a incorporar. No debe perderse de vista que lo importante del parque, y de casi cualquier espacio público, es lo que ocurra en él. Los elementos materiales que se incorporen son herramientas para facilitar que las cosas ocurran.

Tanto o más importante que decidir lo que debe incorporar un parque es decidir lo que no debe incorporarse para que se maximicen los espacios abiertos que permitan usos y funciones tan variados como las personas que disfrutarán del parque.

En planificación se dice que a la hora de establecer estrategias son tan importantes las decisiones de lo que se va a hacer como las decisiones de lo que no se va hacer. Pues bien, esa es una de las claves en el diseño del parque, el establecimiento de una estrategia propia. Los motivos, la ubicación, las características del lugar y del entorno, la población, todas ellas son características propias que deben generar esa estrategia singular.

 

La calidad y la dinamización

Hay parques preciosos en los que apenas pasa nada y otros parques más simples que son el centro de numerosas actividades, espacios dinámicos, lugares de intercambio social y cultural. Muchos de los parques urbanos actuales tienen pocas actividades fuera de las oportunidades recreativas que ofrecen algunos de sus equipamientos y no atraen a personas personas mayores, adolescentes, o personas que están buscando un lugar para sentarse o caminar a diario. El diseño del parque es importante, pero es sobre todo la gestión del mismo y la calidad mantenida lo que lo hace ser especial o vacío.

Contemplar a la hora del diseño del parque las preocupaciones y necesidades de la comunidad es el primer paso necesario, pero no suficiente. Es necesario determinar incorporar los activos de la comunidad tanto en la planificación como en la gestión del parque. Todo esto permitirá desarrollar una visión de la comunidad para el parque.

La investigadora Nadha Hassen, del Instituto Wellesley de Toronto, realizó una interesante investigación de revisión de la literatura académica relacionada con la asociación entre el espacio verde y la salud mental y un detallado estudio sobre cómo esto se cruza con las inequidades localizadas en el vecindario.

Uno de los resultados más interesantes de la investigación de Nadha fue el énfasis en la calidad del parque como un factor para influir positivamente en el bienestar. A menudo, los estudios analizan aspectos cuantitativos sobre el acceso o la cantidad de espacio verde, ya sea midiendo la distancia entre hogares y parques o utilizando imágenes por satélite para determinar cuánto espacio verde hay en un vecindario. Pero descubrió que es una cuestión más subjetiva, y más difícil de medir, como la calidad de los parques lo que realmente tiene una influencia importante en el bienestar de la población.

Las medidas de calidad que Nadha encontró fueron cosas como la riqueza de especies y la biodiversidad, la estética agradable, la limpieza, el buen mantenimiento, la tranquilidad, la buena iluminación, la utilidad de los equipamientos y mobiliario urbano, la presencia de agua y, muy importante, la seguridad percibida.

Pero además de la calidad del espacio, la programación de actividades en el mismo es fundamental para su dinamismo. Un buen parque ofrece una variedad de actividades para diferentes grupos de edad y tipos de personas que lo disfrutarán. Lo más importante de todo es la sociabilidad, el parque debe ser un lugar para conocer a otras personas como parte integral de la vida comunitaria. Lo realmente importante es que ocurran cosas, hacer cambios en el parque, experimentar y evaluar cómo se usan los cambios.

Desde el punto de visto de la gestión pública municipal, el parque debe entrar a formar parte de la cartera de recursos de las diferentes áreas municipales y de los distinto agentes sociales y comunitarios. Administración y agentes del ámbito de la Educación, Cultura, Euskera, Deporte, Promoción Económica, Servicios Sociales pueden y deben contar con el parque como un espacio para desarrollar sus actividades.

Con los parques, en mayor medida incluso que en otros espacios y equipamientos públicos, suele darse la situación de que lo importante parece abrirlos. Una vez abiertos parece que ya se ha concluido con el objetivo fundamental. Abandonemos esta idea. El parque es un activo comunitario que debe ser bien gestionado. El gestionar bien supone buscar un equilibrio entre la dinamización de actividades públicas, sociales y ciudadanas. Hagamos cosas en el parque, pero dejemos que pasen cosas en el parque. El parque puede morir por abandono, pero también por agotamiento. Alcanzar el equilibrio es el reto de una buena gestión.


(1) Olmsted, F.L. (1979): “To the owners of Mount Royal” en S.B. SUTTON (ed.): Civilizing American Cities. A selection of Frederick Law Olmsted’s writings on city landscapes, The MIT Press, Cambridge (Massachusetts) y Londres, 1979.

(2) Deborah A. Cohen, Thomas L. McKenzie, Amber Sehgal, Stephanie Williamson, Daniela Golinelli, Nicole Lurie, “Contribution of Public Parks to Physical Activity”, American Journal of Public Health 97, no. 3 (March 1, 2007): pp. 509-514.

(3) Marc G. Berman, John Jonides, Stephen Kaplan (2008) The Cognitive Benefits of Interacting With Nature, Psychological Science Vol 19, Issue 12, pp. 1207 – 1212

(4)  Mathew P. White, Ian Alcock, Benedict W. Wheeler, Michael H. Depledge (2013) Would You Be Happier Living in a Greener Urban Area? A Fixed-Effects Analysis of Panel Data. En Psychological Science Vol 24, Issue 6, pp. 920 – 928

(5) Villeneuve, P.J; Jerrett;, M, Su, J.G; .Burnett, R.T; Chen, H; Wheeler, A.J; Goldberg, M.S. (2012) A cohort study relating urban green space with mortality in Ontario, Canada. En Environmental Research. Volume 115, May 2012, Pages 51-58

(6) Van den Berg, M; Wendel-Vos, W; Van Poppel, M; Kemper, H; Van Mechelen, W; Maas, J (2015) Health benefits of green spaces in the living environment: A systematic review of epidemiological studies. En Urban Forestry & Urban Greening. Volume 14, Issue 4, 2015, Pages 806-816

(7) Schutte, Anne R.; Torquati, Julia; and Beattie, Heidi L., “Impact of Urban Nature on Executive Functioning in Early and Middle Childhood”. Faculty Publications, Department of Psychology. 677.

(8) Disponible on-line: http://centerforactivedesign.org/assembly-civic-engagement-survey

(9) Florida, R. (2010) La clase creativa: la transformacion de la cultura, del trabajo y el ocio en el siglo XXI. Barcelona: Paidós Ibérica.

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